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  • "Cultural Iceberg" e Inclusión.

    El sábado pasado tuvimos nuestra segunda versión del encuentro de "Diálogos migratorios" con un grupo muy íntimo de participantes. Este encuentro se desarrolló desde una apuesta diferente a la de 2021, pues queríamos que fuera un espacio más "reflexivo". Para el 2023, vendrá todo un módulo de formación en diversos temas relacionados con la Migración y cómo trabajar vicencias como "duelo migratorio, estrés aculturativo, aculturación, etc.". El encuentro del sábado pasado tuvo como propósito hablar sobre herramientas de "Autoconocimiento para la migración", en donde buscamos revisar cuáles ideas nos alejan o acercan a la vivencia de un encuentro entre culturas sano, justo y empático. En ello, surgió el tema del Iceberg Cultural, y hoy te quiero invitar a pensar en este término. Hace más de 20 años, la taquillera película Titanic recreó la historia de la catástrofe marítima comercial más mortífera de la historia moderna en tiempos de paz. Tanto si has visto la película como si no, es probable que sepas cómo el barco que una vez se llamó "insumergible" encontró su destino mortal. Mientras la tripulación del Titanic se esforzaba por maniobrar alrededor de un iceberg que divisaron delante, el barco colisionó con lo que no podían ver: el peligroso hielo que sobresalía justo debajo de la superficie. Veinte años antes de esto, Edward T. Hall desarrolló su versión de la formación de hielo y la llamó el Iceberg Cultural. Este modelo se ha utilizado para ayudar a todo el mundo, desde los estudiantes en el extranjero hasta los voluntarios de los Cuerpos de Paz, a entender y comprometerse con culturas ajenas a la suya. Por encima de la superficie del agua están las numerosas características observables de un grupo que vemos con nuestros ojos, como la comida, los bailes, las artes, etc. La realidad, sin embargo, es que éstas no son más que una manifestación externa de los componentes más profundos y amplios de la cultura: las ideas complejas y las preferencias y prioridades profundamente arraigadas, conocidas como actitudes y valores fundamentales, que se encuentran muy por debajo de la "línea de flotación". Lo que hay debajo: Estos valores fundamentales son principalmente ideas aprendidas sobre lo que es bueno, correcto, deseable y aceptable, así como lo que es malo, incorrecto, indeseable e inaceptable. En muchos casos, los distintos grupos culturales comparten valores fundamentales similares (como la "honestidad", el "respeto" o la "familia"), pero a menudo se interpretan de forma diferente en distintas situaciones y se incorporan de manera única a nuestra vida cotidiana. Los valores fundamentales se transmiten de generación en generación por numerosos factores que nos rodean e influyen en nosotros. Estos factores formativos son fuerzas poderosas que nos guían y nos enseñan a lo largo de nuestra vida. Las cosas que nos enseñan nuestros educadores y padres/madres/cuidadores, las opiniones e ideas que vemos y oímos en los medios de comunicación, la forma en que las leyes y las normas sociales estructuran nuestro mundo: todas estas cosas (y muchas más) nos moldean a nosotros y a nuestros valores culturales. Lo que llega a la superficie: En última instancia, nuestras interpretaciones de nuestros valores fundamentales se hacen visibles para el observador casual en forma de comportamientos observables, como las palabras que utilizamos, la forma en que actuamos, las leyes que promulgamos y la forma en que nos comunicamos entre nosotros. Así que, como un iceberg, hay cosas que podemos ver y describir fácilmente. Pero también hay muchas ideas profundamente arraigadas que sólo podemos comprender analizando los valores, estudiando los factores formativos y, en muchos casos, reflexionando sobre nuestros propios valores fundamentales. Cómo el iceberg cultural nos guía hacia la inclusión: Es probable que Hall no tuviera la intención de unir dos palabras que suelen incomodarnos un poco. Pero, al igual que la tripulación del Titanic, en el mundo profesional tendemos a no entender nuestros propios icebergs culturales. Sin saber navegar por nuestra propia cultura y la de los demás, tendemos a chocar ciegamente con los comportamientos y valores culturales de los demás. Sin esta comprensión, podemos sabotear incluso nuestros mejores esfuerzos por ser inclusivos. Lo vemos una y otra vez en ejemplos como cuando una campaña publicitaria se apropia de una determinada cultura, o un director de contratación rechaza la actuación de un candidato con talento en una entrevista basándose en su propia y estrecha perspectiva cultural. Pero en los últimos años, las conversaciones incómodas y valientes sobre la raza, la religión, la etnia, el género y toda una serie de diferencias culturales no han hecho más que aumentar, y seguirán floreciendo en el futuro. Aquí es donde una mentalidad intercultural se convertirá en un imperativo para mover la aguja de la diversidad y la inclusión. En un contexto empresarial, esto significa comprender las similitudes y las diferencias presentes en nuestros equipos, en nuestras organizaciones y en nuestra base de clientes. Requiere comprender nuestras propias lentes, y también adoptar otras lentes para ampliar el abanico de alternativas que tenemos ante nosotros. De este modo, podemos prever dónde es probable que haya tensiones y dónde hay oportunidades de sinergia de conexión cultural. Los entornos diversos e inclusivos no pueden sobrevivir sin explorar lo que hay por encima o por debajo de la superficie de los icebergs culturales propios y ajenos. La construcción de la competencia intercultural es un viaje que realmente nunca termina, pero podemos hacer progresos sustanciales y aumentar notablemente las habilidades y mejorar los resultados si nos acercamos al iceberg cultural en lugar de maniobrar alrededor de él. El encuentro del sábado pasado nos dejó esta y más reflexiones. Los espacios de terapia grupal están siendo muy enriquecedores y llenos de ideas sencillas para afrontar temas emocionales difíciles. Te esperamos llenas de emoción para el próximo encuentro en donde hablaremos sobre las verdades de la Autoestima y la Autoconfianza, dos herramientas infaltables en nuestro ser en pareja, familia, sexual, biológico, cultural, profesional, ocupacional, migrante y emprendedor. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

  • Integración cultural.

    “Todas las grandes transformaciones suceden cuando emigramos de quienes creíamos ser” Carolina Leguizamón M. La migración es un acontecimiento impactante en la vida social y personal que influye profundamente en la psique de los seres humanos y nuestras estructuras familiares y globales, y esto implica profundos riesgos y posibilidades para los procesos de desarrollo social, personal y colectivo. La migración supone el "movimiento de personas fuera de su lugar de residencia habitual, ya sea a través de una frontera internacional o dentro de un país". (OIM, 2020), por lo que es un fenómeno complejo en términos sociales, políticos, culturales, económicos, raciales, geográficos, identitarios, físicos, mentales, emocionales y afectivos. Por favor: NO LO REDUZCAS, NO GENERALICES, NO TE COMPARES. Derivado de este proceso, se encuentran experiencias como el estrés aculturativo, el choque cultural y la integración. Cada término hace referencia a una experiencia de deconstrucción y construcción constante de identidad en el que es necesario contar con herramientas de resiliencia y contención biopsicosocial para aprovechar y optimizar el potencial de la experiencia migratoria para las personas y las sociedades. De estos procesos hemos hablado en diferentes momentos en los espacios grupales que entablamos con otras organizaciones y en nuestros espacios privados. Específicamente quiero referirme hoy al concepto de integración en el contexto de la migración. La integración supone un proceso bidireccional de adaptación y reconocimiento mutua entre quienes inmigran y las sociedades en las que viven, por el cual las personas se incorporan a la vida social, económica, cultural y política de la comunidad receptora. Ello conlleva una serie de responsabilidades conjuntas para las comunidades y comprende otras nociones conexas como la inclusión y la cohesión social. Me han preguntado algunas personas interesadas en iniciar una experiencia migratoria cómo podrían "prepararse" para integrarse culturalmente de una manera menos conflictiva; y aunque este proceso es relativo a cada historia y contexto geográfico, sugiero considerar estos niveles: Preparación: de mínimos vitales antes, durante y después de un proceso migratorio. Sentido de vida: Por qué quiero estar acá, cómo quiero estar acá y ante todo PARA QUÉ QUIERO ESTAR ACÁ. Atención a mi vida: Qué siento, qué pienso y qué quiero, y ante todo CÓMO LO QUIERO Y NECESITO. Adaptación: Manejar mínimos vitales de vida (Derechos en salud, red de servicios, derechos migratorios, datos de emergencia, mis papeles al día, redes de apoyo migratorio, inicio en la lengua, apoyo económico…). Integración: Reconocer mi semáforo vital CUERPO-MENTE-EMOCIONES y actuar en consecuencia. Participación activa, efectiva y comprometida en mi ser laboral, social, cultural, emotivo, económico, humano, físico, idiomático, familiar y personal. En nuestro próximo encuentro grupal el 13 de Agosto, hablaremos de la diferencia entre integración funcional e integración vital en nuestro taller de Diálogos Migratorios. Te esperamos. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

  • Trauma colectivo y pospandemia.

    Nunca habíamos estado tan solos(as) juntos(as), ni tan juntos(as) mientras estábamos vulnerables. Lo vivido en el marco de la pandemia por coronavirus ya había creado las condiciones para un trauma colectivo extraordinario. Luego (o de manera paralela), el terrible horror de algunos eventos sociales como el asesinato de líderes y lideresas sociales en Colombia y países centroamericanos, la guerra en Ucrania y la escalada de violencia en algunos países de Europa en los últimos meses, asestó a la psique colectiva. ¿Cómo soportar estas dos catástrofes, una que agrava la otra, cómo no sucumbir al miedo, la hostilidad o el abatimiento? Hoy te comparto una nota muy personal, a propóstio de los contextos laborales en los que me muevo. Hace unas semanas tuve una conversación con una colega cercana en Ucrania. "¿Qué le está pasando a mi país?", me dijo por teléfono, con la voz quebrada por la agonía. Creció cerca de algunos de los principales lugares protagonistas de la tragedia de los últimos 100 días en ese país. No estaba planteando una pregunta; en ese momento, cualquier respuesta, por muy bien intencionada que fuera, habría sido inadecuada. Necesitaba expresar su dolor, que ese dolor fuera presenciado y recibido. En todo el país y en todo el mundo, mientras tratamos de evitar estar traumatizados(as) por trágicos momentos propios de la humanidad, debemos entender que el trauma no es lo mismo que sufrir un trastorno emocional, dolor, miedo, pena, rabia o pánico, no si podemos atravesar esas emociones, encontrar formas de liberarlas para volver a un sentido pleno y presente de nosotros(as) mismos(as). Sólo estamos traumatizados(as) cuando nos sentimos más constreñidos(as) de lo que estábamos antes del acontecimiento que indujo las emociones estresantes: cuando seguimos con temor después de que la amenaza haya pasado, a la defensiva o agresivos(as) en ausencia de peligro presente, con dolor crónico cuando nada en el momento nos está "tocando". La experiencia del duelo genuino protege del trauma. En las primeras semanas de la pandemia de COVID-19 yo misma me encontré en un estado de negación parcial. "¿Por qué hacen tanto alboroto?" pensé. "No es peor que la gripe". Sí, sonaba un poco como el entonces presidente de Estados Unidos que había elevado la negación a riesgo del peligroso absurdo. Pero con el tiempo, empecé a notar una pesadez en el pecho, una tensión constante. Me pregunté a qué se debía. "Tal y como están las cosas, personalmente estoy entre los menos incomodadas por las restricciones sociales", me decía. Mi única agenda para esos meses era procurar seguir apoyando con Ella Migra a tantas personas en los espacios pagos y gratuitos, y dejar en pausa tantos otros proyectos y claro, tratar de mantener el vínculo sagrado con quienes amo. En ese sentido, el encierro fue un regalo del cielo, una medida disciplinaria no solicitada pero útil que me impuso el destino. Entonces, ¿por qué la tensión? Pronto reconocí que me estaba tensando para defenderme de la apertura al dolor. Algo en mí comprendía y se resistía a aceptar que, para bien o para mal, estaba perdiendo algo. Todos(as) estábamos perdiendo algo: una sensación de seguridad a la que, aunque sea ilusoria en el mejor de los casos, todas las personas nos aferramos; una sensación de normalidad que, por muy precaria que sea, nos mantiene en un mundo que nos parece familiar y en el que sentimos que sabemos cómo ser; una sensación de nosotros(as) mismos(as). Cuando finalmente permití y reconocí el dolor y encaré lo mejor que pude la realidad de la pérdida, la tensión disminuyó. Sentarse con el dolor es necesario, pero este proceso, siempre difícil, lo es aún más por nuestra situación actual. El tacto es esencial para los seres humanos; es la forma más elemental de conectar. En momentos de duelo, la costumbre humana universal es reunirse, llorar juntos(as), abrazarse, participar en el llanto, la oración, el ritual, comer juntos(as), apoyarse mutuamente en la absorción de la pérdida. El virus ha inhibido y limitado las dimensiones físicas del duelo. Al igual que lo que ocurre en Ucrania y las macabras muertes de líderes y lideresas sociales en Colombia; se cobra sus víctimas sin previo aviso, una a una, en aislamiento, sin el consuelo de los seres queridos para aliviar y apoyar el fallecimiento. Tras la muerte, los(as) dolientes no pueden consolarse físicamente unos(as) a otros(as). Incluso los funerales tienen lugar en una soledad espeluznante. Uno de nuestros retos para evitar el trauma es hacer el duelo en juntanza. Pero en muchos casos se debe vivir en soledad o lejos del cuerpo que duelar, y entonces allí la gente está encontrando bellas maneras de hacerlo, tanto en Colombia y Ucrania como en todo el mundo. Estas muestras de duelo colectivo nos recuerdan que no tenemos por qué estar traumatizados(as) -es decir, constreñidos(as)- por los acontecimientos dolorosos y temerosos que ahora nos envuelven. Podemos crecer a partir de ellos. No es demasiado pronto para empezar a preguntarse cuáles pueden ser las lecciones de las catástrofes de hoy. Una verdad evidente que se revela es la unidad de toda la vida y, en particular, de toda la vida humana. ¿Podremos seguir negándola, seguiremos siendo ajenos(as) a ella cuando todo esto termine, si es que alguna vez termina del todo (las guerras, la maldad humana)? La pandemia de coronavirus y los asesinatos a líderes y lideresas, tanto como las guerras (invasiones) actuales, han puesto de manifiesto la forma en que esta verdad se oscurece con demasiada frecuencia en nuestra cultura, recordándonos las fracturas sociales que hemos ignorado durante demasiado tiempo. En todo el mundo, los(as) más vulnerables y los(as) más oprimidos(as) y marginados(as) sucumben de forma desproporcionada al virus y las violencias. Hay que experimentar el dolor, hay que sacar lecciones de ambas tragedias. Si no lo hacemos, el resultado será un trauma. En la segunda temporada del Psicopodcast, abarcaré a profundidad el vínculo entre la experiencia del trauma y las adicciones. No te pierdas todo el contenido de la primera temporada. Invitación: Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. El próximo Sábado 11 de Junio de 2022 hay encuentro. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

  • Libérate del trauma.

    SALUDO PRELIMINAR. Esta nota merece muchas más conversaciones. Y mientras que esas conversaciones nos encuentran en un espacio de psicoterapia o en nuestros encuentros grupales de terapia grupal, te pido que leas esta nota en compañía de una bebida y me dejes saber tus percepciones. Cuídate en el proceso de leerla. En estos días una consultante me pregunto: "Se habla mucho de traumas y se trivializa en redes el uso de la palabra y me hace sentir como que mi adicción es un problema de voluntad, de no tener disciplina ni foco en la vida; entonces Carolina ¿Cuál es tu definición de trauma?" Es importante definir este término porque la gente utiliza la palabra como "dios" y quién sabe lo que alguien quiere decir cuando dice "dios". Puede ser una figura punitiva y dictatorial con barba blanca y otra persona puede referirse a la esencia del amor puro en el mundo. El origen de la palabra "trauma" es la palabra griega que significa "herida". El trauma es una herida. Si te hiriera, si cortara tu carne, la curación implicaría la formación de tejido cicatrizal. Si la herida fuera lo suficientemente grande te quedaría una gran cicatriz que no tendría terminaciones nerviosas, por lo que no sentirías, y sería mucho menos flexible que tu tejido normal. El traumatismo se produce cuando se pierde la sensibilidad y se reduce la flexibilidad para responder al mundo. Es una respuesta a una herida. El trauma es una herida psíquica que te endurece psicológicamente y que luego interfiere con tu capacidad de crecer y desarrollarte. Te duele y ahora actúas por dolor. Te induce al miedo y ahora actúas por miedo. Así que, sin saberlo, toda tu vida está regulada por el miedo y el dolor de los que intentas escapar de diversas maneras. El trauma no es lo que te sucede, es lo que sucede dentro de ti como resultado de lo que te sucedió. El trauma es esa cicatriz que te hace menos flexible, más rígido(a), menos sensible y más defendido(a). Y es que con toda la luz que intento yo también sembrar en el mundo y reconciliar en mí como psicoterapeuta y mujer, tengo que poner en caracteres legibles lo siguiente: vivimos en una sociedad muy traumatizada. Si nos fijamos en los índices de traumas manifiestos, como el abuso sexual en la infancia, la negligencia emocional, el estrés en las familias que traumatiza a los(as) niños(as)... está muy extendido. Muy pocas personas crecen realmente sin traumas en esta cultura. Especialmente con el aumento del estrés en las personas y el florecimiento de la soledad, por lo que cuando sufren, están solos(as) con su sufrimiento. Esta es una sociedad muy estresada y traumatizada. Y eso no se puede separar de los factores socioeconómicos, patriarcales y culturales. Con el neoliberalismo y la pérdida de empleos significativos y seguros, la austeridad y la pérdida de comunidades, no sólo hay más personas estresadas y traumatizadas, sino que también son menos resilientes, porque la resiliencia requiere conexión y apoyo comunitario. Volviendo a mi consultante, luego de escucharme parte de lo anterior, me dijo: Si es así, ¿Cómo crees que la mayoría de la gente entiende el trauma y cómo te gustaría que eso cambiara? Y me quedé pensando con los días en esa conversación y creo que, bueno, en primer lugar no entendemos el trauma. Lo vemos como un tsunami o un bombardeo. Esos son ciertamente eventos traumáticos, pero así es como la mayoría de la gente piensa en el trauma: como algo horrendo que sucede. No lo ven como una herida psíquica interna que limita nuestra capacidad de vivir plenamente, que es lo que realmente es el trauma. Peor aún, muchas profesiones de la salud como la medicina, la enfermería o la psiquiatría, no abordan el trauma más que desde un lugar medicalizado sin relación psicofísica ni psicosocial. Puede que oigan hablar de traumas físicos, pero no oirán hablar de traumas psíquicos/psicosociales, excepto en el estrecho campo del trastorno de estrés postraumático del que algunos psiquiatras sí aprenden. Y a eso hay que sumarle algo: El sistema jurídico no sabe nada de traumas. Así que cuando todas estas personas con experiencias traumáticas se presentan ante los jueces y abogados, que están ahí porque fueron traumatizadas, que ahora se drogan o viven con conductas violentas y actúan de acuerdo con su trauma, simplemente se les castiga, en lugar de que el sistema entienda que se trata de personas realmente heridas. Podrían rehabilitarse si recibieran el apoyo adecuado. El sistema legal no lo entiende, el sistema médico no lo entiende, el sistema educativo no lo entiende, los políticos no lo entienden. Es un problema enorme. Y mientras que no seamos formados(as) en sociedad en comprensión y abordaje del trauma desde esta perspectiva que hoy comparto, y por supuesto con los conocimientos médicos y psicosociales pertinentes, nos queda una gran tarea subjetiva de conectarnos con nosotros(as) mismos(as). Cuando hablo de la conexión con uno(a) mismo(a), me refiero a algo muy sencillo: Es la capacidad de un organismo de saber lo que siente y poder responder con emociones adecuadas al momento presente. Sin esa capacidad, no se puede sobrevivir. Si un animal no tiene conexión consigo mismo(a) y no sabe lo que siente, no puede responder a las amenazas: estará muerto. Lo mismo ocurre con los seres humanos en la evolución. Cuando hablo de estar conectados(as) con nosotros(as) mismos(as) me refiero a saber realmente lo que sentimos y experimentamos en un momento dado y ser capaces de interpretarlo adecuadamente. Sin esa capacidad estamos perdidos(as). Nacimos con esa capacidad: nunca se ha conocido a un(a) bebé que no esté conectado(a) con su instinto. Cuando hablo con personas adultas en consulta privada, encuentro a muchas personas que, aunque tengan sus sentimientos viscerales, los ignoran. Algo ocurre entre la infancia y la edad adulta que nos desconecta. Se trata de nuestra necesidad de aceptación por parte de nuestro entorno. Si el entorno no puede apoyar los sentimientos viscerales y las emociones, entonces el niño y la niña para "pertenecer" y "encajar" suprimirán automáticamente, sin saberlo e inconscientemente, sus emociones y sus conexiones consigo mismo(a) en aras de permanecer conectado al entorno nutritivo sin el cual el niño y la niña no puede sobrevivir. Muchos niños(as) se encuentran en este dilema: "¿puedo sentir y expresar lo que siento o tengo que reprimirlo para ser aceptable, para ser un buen chico o una buena chica?". Además, si los propios padres y madres no están en contacto con sus sentimientos no pueden tolerar los sentimientos del niño y la niña porque los amenazan. El padre/madre reacciona contra el niño(a) por tener rabia, y el niño(a) aprende que "no debo expresar lo que siento, porque tengo que pertenecer a mis padres/madres". Si no lo hago, ¿quién me protegerá y me cuidará? Automáticamente nos desconectamos de nosotros(as) mismos(as) para que nos sigan cuidando. Es una elección trágica. Ni siquiera es una elección: el niño y la niña no es consciente de estar eligiendo. Es un proceso automático. Cuando llegamos a la edad adulta de repente decimos "no sé quién soy". Especialmente las personas de mediana edad se dan cuenta de que han estado viviendo vidas que no eran suyas en absoluto. Lo hicieron todo porque se desconectaron. En este sentido, creo que muchos de nuestros "trastornos mentales" se originan como un mecanismo de afrontamiento para poder vivir y sobrevivir cuantas veces sea necesario a los efectos de nuestras relaciones. Y es que encontrarte con el dolor y verte en dolor, es tremendamente doloroso. Porque la experiencia de estar en dolor mina nuestro autoestima; y es que una cosa es experimentar dolor, frente a lo cual desarrollamos experticia en evadirlo por décadas incluso, y otra cosa es verse y saberse en dolor y sufrimiento. Todas estas cosas que cargamos pueden ser desagradables, aterradoras... por mucho que nos juzguemos a nosotros(as) mismos(as) por tener estas cuestiones, si nos acercamos a nosotros(as) mismos(as) con cierta curiosidad genuina sobre lo que se trata y con algo de compasión, puede ser tremendamente liberador. Así que si me estás leyendo y has empezado a hacerlo, continúa con ello. Y hay muchos caminos, entre ellos los espacios que tenemos para ti en Ella Migra. Además, honra a tu cuerpo. Asegúrate de comer bien y de salir a la naturaleza y hacer ejercicio. Haz trabajos corporales como el yoga, las artes marciales o cualquier otra cosa. Alinea tu psique con tu cuerpo y conoce a ambos. También por supuesto y cuanto aún más importante que lo anterior, te invito a examinar tus relaciones: ¿En qué medida complaces a la gente? ¿En qué medida eres amable con la gente sin importar cómo te sientas? ¿Hasta qué punto te haces cargo de los problemas de los demás e ignoras los tuyos? ¿En qué medida te conoces a ti mismo(a)? ¿En qué medida no dices que no cuando quieres decir "no" pero tienes miedo de hacerlo? En Ella Migra buscamos aprender en equipo herramientas biopsicosociales para sanar, para gestionar nuestras emociones y para liberarnos de la culpa aprendida. Te pido que sigas en conexión con la resiliencia y empatía y por supuesto, con nuestros espacios. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

  • El erotismo y el autocuidado.

    En el segundo encuentro de nuestro espacio grupal del programa "Emociónate" hablamos de amor inteligente e inteligencia erótica. Y a propósito de lo que conversmaos en ese espacio y de mi trabajo de consulta privada con cientos de mujeres y algunas parejas, he encontrado que es esencial que hablemos del vínculo entre erotismo y autocuidado. Empecemos con claridad en algo: Es importante asumir la responsabilidad de nuestro deseo. ¿Por qué? Porque el deseo es una expresión de nuestra capcidad de elección en medio de las diferentes circunstancias. Nadie puede obligarnos a desear, a hacer algo talvez, pero no a desear. Así que si es nuestro, también es nuestra responsabilidad activarlo. La libertad siempre viene acompañada de responsabilidad. Podemos activarnos y podemos apagarnos. Podemos tener pensamientos que nos cierren al instante y pensamientos que nos mantengan en apertura a la posibilidad y a la curiosidad. Podemos animarnos y podemos adormecernos. El erotismo surge de la tensión entre la excitación y la inhibición y se manifiesta en las cosas que decimos y hacemos, en cómo actuamos y en cómo pensamos. Tendemos a pensar en el erotismo como un estado sexual compartido por dos o más personas, pero en realidad, comienza con lo que pasa en mi interior según las condiciones que me rodeen. Y requiere práctica. ¿Qué es el erotismo? El erotismo no es sexo; es la sexualidad transformada por la imaginación humana. Son los pensamientos, los sueños, las anticipaciones, los impulsos rebeldes e incluso los recuerdos dolorosos que conforman nuestros vastos paisajes eróticos. Se nutre de toda nuestra experiencia humana, de las experiencias de tacto, juego o trauma de la primera infancia, que luego se convierten en las piedras angulares de nuestra vida erótica. Sabemos que incluso las cosas que nos dan más placer pueden provenir de las fuentes más dolorosas. El erotismo no es cómodo y limpio. Revela luchas internas, tensiones emocionales, una mezcla de excitación y ansiedad. De hecho en consulta individual de psicoterapia, encuentro a menudo cómo a los traumas más primarios de nuestra experiencia infantil, les gusta camuflarse en nuestra adultez de deseos y elecciones con respecto a la vivencia de nuestra sexualidad en su más amplia expresión y con eso vienen muchas dificultades de vínculo, creación y permanencia en relaciones. ¿Cómo accedemos a él? A menudo hablo de cómo las parejas que están plagadas de aburrimiento sexual se encuentran ahí por una falta de vulnerabilidad con sus parejas (recuerda la nota que hice de este tema). Dan prioridad a la práctica sobre la exploración de los deseos ocultos que les excitan. Lo mismo puede decirse del individuo. Cuando estamos en soledad, la mayoría de las veces sabemos qué es lo que hace "el trabajo". El porno. Juguetes. Una intensa concentración en un punto dulce específico seguida de un rápido final. Pero para experimentar realmente los beneficios del erotismo, no se puede tratar como un trabajo. Entonces, ¿Tenemos miedo de lo que puede ocurrir cuando bajamos el ritmo y pasamos realmente un tiempo de calidad con nuestra propia presencia? Ahora más que nunca, somos nuestros propios panópticos, experimentando el control social desde dentro. Nos medimos y juzgamos, y a veces experimentamos nuestro cuerpo como una prisión en lugar de un castillo lleno de habitaciones para explorar con calma. Y si nos cuesta estar dentro de nuestro cuerpo, ¿por qué íbamos a dedicar tiempo a explorarlo? O, para el caso, ¿cómo podríamos sentirnos en seguridad para invitar a otra persona a entrar? No me refiero sólo a la penetración. Hablo de entrar en nuestra persona, en nuestros sueños, en lo que somos, en nuestro corazón y nuestra alma. Muchos de nosotros(as) somos tan autocríticos que olvidamos estas maravillas internas. El autocuidado erótico comienza con la disminución de nuestra crítica interna y con darnos simplemente el permiso de sentirnos hermosos, de disfrutar de nuestra propia compañía, de ser más compasivos(as) y realistas con nosotros(as) mismos(as) sin vacilar entre el exceso y la represión. Estoy pensando en las muchas personas que han descrito el uso de sus dedos para pasar por encima de la multitud de posibilidades -más guardadas en la fantasía que en la realidad- cuando esos mismos dedos podrían usarse para darse placer a sí mismos(as). Me apago cuando... Incorporar el erotismo a un plan de autocuidado consiste básicamente en aflojar la soga de un mandato cultural muy desarrollado sobre el autocontrol y trabajar en Psicoterapia el patrón de nuestros traumas, de modo que podamos explorar lo que aporta vivacidad y vitalidad a nuestras vidas. Ya sea que busquemos explorar el erotismo por nuestra cuenta o con una pareja, siempre comienza en la fuente: nuestro yo y el yo alimentado de relaciones significativas. Basándome en el trabajo de la terapeuta Gina Ogden, me gusta pedir a las personas en consulta que completen esta frase: "Me desconecto cuando..." Las respuestas son infinitas. "Me desconecto cuando... miro el correo electrónico antes de acostarme; cuando me preocupo por los niños; cuando me estreso por el trabajo o por el estado de mis finanzas; cuando como en exceso o no hago ejercicio". Observa que, en esta lista, hay muy poco que sea específicamente sexual. Lo que nos apaga son las cosas que nos quitan la energía y la vivacidad. Me enciendo cuando... Lo mismo ocurre a la inversa. Cuando pido a la gente que complete la frase "me enciendo cuando....", las respuestas suelen tener que ver con dedicar tiempo al cuidado personal: ir a la naturaleza, bailar, mimarse, conectar con el cuerpo y la sensualidad, nutrirse. Nos excitamos cuando nos llenamos de energía, cuando estamos encarnados y concentrados, no en un objetivo concreto, como tener un orgasmo, sino en el momento presente. Quizá sea la sensación de un cuadradito de chocolate negro derritiéndose en nuestra lengua. O el momento en que, en la ducha, empezamos a notar el agua caliente en la nuca, las axilas y el pecho. Hay muchas partes de nuestro cuerpo que nunca pensamos en lavar, revisar o tocar. A veces ignoramos estas partes de nosotros(as) porque, en algún momento, empezamos a cerrarlas. Tal vez nos hirieron profundamente y no confiamos en nosotros(as) mismos(as) para abrirnos de nuevo. Tal vez sentimos que ya no merecemos ser atractivos(as) porque ya no tenemos el cuerpo en forma o la cabeza llena de pelo que teníamos antes. O tal vez la enfermedad nos ha transformado, nos ha confiscado los pechos, el útero, los testículos u otra parte de nosotros(as) que nos hace sentir poco sexy o poco atractiva. A veces estamos de luto o nos sentimos culpables, como si no mereciéramos ser sensuales o despertarnos porque acabamos de perder a alguien. A veces simplemente estamos molestos(as). Desde las tensiones del día a día, pasando por los resentimientos, hasta las heridas más profundas, hay muchas razones para que las personas se sientan fuera de contacto con su yo erótico. A menudo, cerrarnos se siente como lo único que podemos controlar. Incorporar el erotismo a nuestros planes de autocuidado puede alterar nuestra relación con el control y transformar nuestro estado de ánimo. Se trata de procurar la receptividad, disposición, apertura. Estos son verbos muy importantes en el ámbito de lo erótico. No se trata de decir sí o no a todo; se trata de estar en disposición a explorar. Cuando nos cerramos durante un periodo prolongado, no nos sentimos abiertos(as) ni receptivos(as). Queremos que los demás nos hagan desear, pero eso no funciona tan bien, ¿recuerdas? Querer es algo que nos pertenece por completo. Nadie puede hacernos desear, excepto nosotros(as) mismos(as). El deseo y la autoestima van de la mano. Para desear, necesitamos sentirnos merecedores(as), una idea que Susan Rubin Suleiman exploró en su libro "El cuerpo femenino en la cultura occidental". Lamentablemente, con demasiada frecuencia, cuando no nos sentimos atractivos(as), no podemos imaginar que otra persona nos vea con ojos diferentes a los que nos vemos nosotros(as) mismos(as). Y ciertamente no sentimos que merezcamos su toque sensual o el nuestro, para el caso. Esta es una de las formas en que habla el autorrechazo. Quiero animarnos a cambiar el guión: Me merezco un descanso. Me merezco dejar de trabajar. Merezco tumbarme. Merezco sentirme bien. En esa sana sensación de derecho, no producimos nada; no hay nada que medir. Es un interludio radiante, una decisión de notar aquello a lo que generalmente no prestamos atención, de abrirnos a recibir y responder. Ampliar el reino de los sentidos: Cuando ampliamos el ámbito de los sentidos, invitamos al mundo a entrar. Me encanta hacer las siguientes preguntas a la gente. Respóndelas tú: ¿Cuál es tu temperatura favorita del agua? ¿Cuál es tu temperatura favorita en general en el exterior? ¿Cómo respondes al sol, al viento, al aire? ¿Eres consciente de lo que toca tu piel, de lo que te rodea? Cuando te lavas, ¿cuál es tu relación con el cuerpo que estás lavando? ¿Disfrutas tocándote? Y no me refiero sólo a los genitales, sino a complacerte y tranquilizarte. Cuando bebes café o té, ¿te limitas a engullir o a saborear? ¿Eres consciente de tus experiencias de forma sensorial, sensual y física? ¿Cuál es el sentido con el que más haces el amor? ¿Qué sentido apenas notas o utilizas? Incorporar el erotismo a tu plan de autocuidado. Hay muchas maneras de incorporar el erotismo a nuestro plan de autocuidado, desde la integración de diferentes tipos de tacto -energético, cariñoso, sexual y erótico- hasta la exploración del masaje, las caricias, las cosquillas y los juegos pervertidos. Jaiya, una trabajadora corporal sexóloga que se he leído en alguna ocasión, explica las fases del tacto, empezando por el rondar hasta la curación y más allá. También recomiendo la serie de Chen Lizra "Inteligencia somática", en la que enseña Sabrosura, que tiene sus raíces en el arte cubano de la seducción. Lizra enseña la confianza, la conciencia del cuerpo y cómo mantener la tensión a través del movimiento de la actitud. Prueba esto: deja que tus dedos rueden desde el codo hasta la muñeca de la forma más lenta que puedas. Luego ve aún más despacio. Para mí ha sido personalmente, el habitar mis recuerdos, el escribir, el saborear, el aprender algo nuevo, el comer con los sentidos, el explorar algo nuevo cada día. Es una conexión placentera y sensual que nos recuerda que vale la pena vivir la vida, incluso cuando nos duele o nos cuesta. Estar en nuestro cuerpo no tiene que ver con el rendimiento o los resultados. Se trata de volver a casa. Si queremos ser capaces de conectar mejor con nuestro cuerpo, debemos invitarnos a explorar diferentes experiencias en torno a nuestros sentidos, y en torno a nuestra sensualidad. Hacerse amigo(a) de nuestro cuerpo y hacer las paces con él es el comienzo de una de las mejores relaciones que podemos tener: la relación con nosotros(as) mismos(as). Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

  • Mi hambre emocional: Cómo entenderla.

    Muchas personas, especialmente mujeres que llegan a mi consulta, se encuentran cuestionando cómo sus emociones regulan su relación con el entregar y tomar de la vida y que se ve reflejado en su autoconcepto, autoestima y patrones de alimentación. Hablar de hambre emocional es hablar de los afectos y sentimientos que mueven, definen, limitan y regulan nuestras decisiones, resultados y prácticas de vida cotidiana. No tiene nada que ver con los contenidos ligeros en redes sociales que, con grandes sesgos e irresponsabilidad, venden "rutinas saludables". El hambre emocional habla de cómo nos relacionamos o no con nuestras emociones y de cómo nos hacemos cargo o no de nuestros deseos, necesidades y miedos. No te pierdas las otras notas del Psicoblog sobre este tema y las entrevistas en mi canal de Instagram. Hoy te invito a que aclares ciertos conceptos y hagas un ejercicio de reflexión: 1. ¿Tengo hambre o apetito? Es importante conocer que el apetito es selectivo, suele aparecer de forma repentina, a veces urgente, causado generalmente por un sentimiento emocional. El deseo de la comida en este caso es específico: te apetece un alimento en concreto, ese trozo de chocolate exquisito que viste el día anterior... Al terminar de comer la sensación de plenitud no aparece, no basta con lo que has comido. Tu cerebro te pide más y más… Al poco tiempo de terminar comienzas a sentir una sensación de culpabilidad o tristeza por haber comido algo que no era "lo que se supone deberías comer". El apetito consiste en un ciclo: se anticipa el placer, se busca y finalmente se obtiene el resultado, el cual no satisface nuestras necesidades fisiológicas ni energéticas. A diferencia del apetito, el hambre responde a una necesidad fisiológica de nuestro organismo; expresa un deseo y unas ganas de comer cualquier alimento. Cuando nuestro cuerpo tiene hambre y no saciamos esa necesidad, el organismo comienza a consumir glucógeno (molécula de almacenaje de energía), descomponiéndola en glucosa (fuente de energía). Parte de esta energía es mandada a nuestro cerebro, músculos y células sanguíneas. Cuando experimentamos hambre es posible que sintamos mareos, dolor de cabeza, dolor de estómago, cansancio, debilidad, sueño, fatiga, mal humor y, en casos extremos, desmayo. No tiene que pasar un tiempo muy prolongado para percibir la sensación de hambre, ya que nuestro cuerpo necesita nutrientes de forma constante. El hambre fisiológica no corresponde a un estímulo emocional, ni a un impulso, no aparece de manera repentina por un estado de estrés o ansiedad y no es específico de un determinado grupo de alimentos: es una necesidad básica de nuestro cuerpo que ha de ser resuelta. El hambre y el apetito son, por tanto, dos conceptos distintos, a pesar de que muchas veces se utilizan de la misma manera. Mientras que el hambre es ese instinto de supervivencia que impulsa a alimentarnos cuando el organismo lo requiere, el apetito es la sensación de comer influenciada por aspectos emocionales de la persona (deseo de comer por placer, felicidad, aburrimiento, tristeza, ansiedad…). 2. Y entonces...¿Cómo opera mi hambre? Fisiología del hambre: El proceso de la alimentación inicia por el apetito que a su vez engloba tres conceptos: hambre, satisfacción y saciedad. El hambre induce a la ingesta de alimentos; la satisfacción es un estado de plenitud que obliga a dejar de comer y la saciedad es la sensación de plenitud existente hasta el inicio de la próxima señal de hambre, generalmente determinada, por la hipoglucemia (descenso en los niveles de glicemia). Este ciclo está regulado por la presencia de hormonas neuronales e intestinales, entre otros elementos como la presencia de glucosa y otros combustibles en la sangre, etc., pero también de factores ambientales, tales como los horarios de las comidas y la apariencia de los alimentos implicándose de esta manera también los sentidos. Las dificultades o el descontrol de las ingesta de alimentos puede modificar la homeostasis energética y por lo tanto variaciones del peso corporal, la energía vital y el funcionamiento de procesos biológicos básicos para la atención y la vida. 3. ¿Cuáles son las señales neuroquímicas del hambre? Estos son sólo algunos de los mecanismos implicados en el complejo e interesante proceso neuroquímico del hambre: El centro cerebral que gobierna el circuito del hambre y la saciedad se encuentra en el hipotálamo. De manera continua ciertos sensores (neuronas) monitorean los niveles de lípidos y azúcar en el sistema sanguíneo, así como otros que responden a hormonas específicas. Dependiendo de estos niveles se dispara la producción de neuroquímicos que aceleran o frenan la ingesta de alimentos. La primera vez que una persona prueba un alimento que le gusta, una descarga de dopamina acompaña el momento de "placer”; pero después, cada vez que la vista o el olfato vuelven a detectarlo, la descarga se produce no en la etapa consumatoria, sino en la anticipatoria. Otras que cumplen roles protagónicos en el escenario del hambre es la serotonina, también vinculada con el estado de ánimo (las personas que tienen bajos niveles de serotonina tienden a padecer estados depresivos, o son impulsivas, o violentas). Otros factores que influyen sobre la sensación de hambre son la glucosa, la insulina y el glucagón. Altos niveles de insulina, por lo general, disminuyen la sensación de hambre. Cuando los niveles de glucosa caen, el páncreas libera glucagón que estimula al páncreas a producir glucosa a partir del glucógeno almacenado. Cuando los niveles de insulina caen, la glucosa entra más lentamente en la célula y aparece el hambre. La hormona ghrelin, que secreta el estómago, constituye otro tipo de señal de alerta. Sus niveles se elevan abruptamente antes de las comidas, con el estómago vacío, indicándole al cerebro que es hora de tener hambre, y después caen igual de rápido, cuando el estómago está lleno. 4. Ok, Ok, Pero...¿Y qué con mi hambre emocional? Hablar de hambre emocional implica que, en ESTE MOMENTO, te preguntes por: ¿Cómo te hace sentir tu relación con el hambre? ¿Qué haces cuando tienes hambre? ¿Cómo y cuándo gestionas el miedo, el estrés y el cansancio en tu vida? ¿De qué tiene antojos tu vida en TODAS las esferas? ¿Qué le sobra y qué le falta? ¿Qué situación social, cultural, familiar o de tus relaciones, te hace sentir frustración, enojo, duda, maltrato e injusticia? ¿Cuáles son las principales batallas que tienes con tu cuerpo? ¿Sientes que puedes actuar frente a las situaciones de incertidumbre, injusticia o cansancio que te rodean? ¿Cómo? ¿Qué recuerdos vienen, qué emociones surgen y qué pensamientos vienen, cuando sientes miedo, culpa, frustración, rabia o envidia? ¿Qué ritual o costumbre tienes alrededor de tus prácticas de alimentación? ¿Si pudieras estar en otro trabajo, relación y lugar, en dónde y con quién estarías? 5. ¿Identificas de qué tiene hambre tu vida? ¿Cómo sabes que tienes hambre?: Revisemos los 9 tipos de hambre... Cuando hago esta pregunta, no es tan fácil de responder… Las respuestas son variadas: “porque llega la hora”, “porque me apetece”, “pues no lo se la verdad”. A casi nadie se le ocurre decir: “siento que me ruge el estómago”. Llevamos un día a día tan frenético y estresado, que estamos bastante desconectados de nuestras sensaciones de hambre y saciedad, ¡no sabemos reconocerlas!. Entonces, ¿Qué nos impulsa a comer? Según Jan Chozen Bays y su programa Mindful Eating Conscious Living, son 9 tipos de hambre: visual, olfato, oído, boca, estómago, tacto, celular, mental y corazón. 1. HAMBRE VISUAL Será el que más te suene, el conocido “comer por los ojos”. El aspecto visual de los platos nuestra comida juega un papel importantísimo, nuestra vista nos “convence” y solemos echarnos más cantidad de la que podemos comer después aunque estamos llenos. La industria alimentaria y los publicistas lo saben, ¿Qué diferencias hay entre la hamburguesa de la TV y la que te entregan mojada y sucia en los establecimientos de comida rápida? Un abismo, ¿verdad? Juegan con nuestra “hambre visual” y consiguen que vayamos a su establecimiento. 2. HAMBRE DE OLFATO El olor es un reclamo para muchos alimentos: las palomitas en el cine, el aroma a pan fresco de una panadería. En muchas ocasiones, accedemos a comer cosas por su intenso olor que se conecta con recuerdos de placer o recompensa, sin tener sensación de hambre física. 3. HAMBRE DE OÍDO Te pregunto, ¿Qué alimentos te vienen a la cabeza que crujen?, ¿Qué características tienen esos alimentos? 4. HAMBRE DE BOCA “Se me hace la boca agua” ¿Lo has dicho alguna vez? ¡Fíjate cómo sólo imaginar el sabor y textura de un alimento hace que empecemos a salivar! Ese es el hambre de boca asociado a: “comer es un placer”. Es educable, ¿Qué quiere decir? Que el tipo de alimentos que consumamos hace que nuestro paladar cambie. Por ejemplo, si habitualmente tomas el café con dos cucharas de azúcar y pasas de golpe a tomar café solo, no te gustará, pero si vas bajando la cantidad de azúcar progresivamente, el cambio no es tan grande y se tolera mucho mejor. 5. HAMBRE DE TACTO ¿Por qué comemos algunos alimentos, como la pizza, con las manos? Resulta agradable comerla así porque notas su textura, si está caliente, incluso te gusta mancharte de grasa. ¿Cómo influye el tacto en tu sensación de hambre? 6. HAMBRE DE ESTÓMAGO ¿Cómo está tu estómago cuando dices que tienes hambre? ¿Qué notas en el cuerpo? El hambre de estómago te manda señales y hace rugir tus tripas para que comas cuando han pasado muchas horas desde la última comida. 7. HAMBRE CELULAR Nuestro cuerpo está formado por pequeños millones de células que necesitan energía y nutrientes para funcionar. Está muy asociada al hambre de estómago, que nos avisa de cuando las células necesitan alimento. Es especialmente clave cuando haces actividades que requieren mucho esfuerzo físico, mental, emocional o social. 8. HAMBRE MENTAL El hambre mental está relacionada con todos los pensamientos y normas que tenemos integrados sobre la comida (muchos de ellos mitos): tengo que comer 5 veces al día, el aguacate engorda, no puedo comer hidratos por la noche, no deberías comerte esto pero, y un largo etc. Normalmente muy asociada a las ideas y normas de las “dietas estrictas” que tan poco me gustan. 9. HAMBRE DE CORAZÓN Es esa ansia de comer repentinamente ciertos alimentos (no te vale cualquiera), en el que influyen factores como tus emociones, el estrés, la ansiedad y tu estado de ánimo. Puede aparecer sensación de culpa/vergüenza, miedo, rabia o insatisfacción después de haber comido; en esa ansia la necesidad de recibir amor y afecto particular está en juego. Acá podría afirmar que muchas veces comemos con o por miedo, rabia, frustración, ansiedad, desamor.... Te abrazo y te espero en mis espacios de Psicoterapia, Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta.

  • ¿Quieres sentirte bien? Activa tu nervio vago

    No te dejes llevar por su nombre. Este nervio es un centro neurológico que tiene la llave de tu bienestar integral. ¡Aprende su función! El nervio vago es en realidad un haz de nervios que va desde el intestino, pasando por el corazón, hasta el cerebro. Es el nervio craneal más largo y tiene comunicación con todos los órganos. Su función principal es alimentar el sistema nervioso parasimpático. El sistema nervioso parasimpático forma parte del sistema de servicio autónomo conocido como sistema de "descanso y digestión". Interviene en el ritmo cardíaco, la excitación sexual, la digestión, la micción y la actividad gastrointestinal. Cuando queremos mejorar por ejemplo, procesos complejos de ansiedad, nuestra tarea está en activar de manera controlada y consciente nuestro sistema parasimpático. El nervio vago trabaja incansablemente para controlar la inflamación. Alerta al cerebro para que libere neurotransmisores cuando hay proteínas inflamatorias llamadas citoquinas. Estos neurotransmisores ayudan al cuerpo a reparar y luego a reducir la inflamación. Otra función del nervio vago es desencadenar la liberación de acetilcolina, que controla los músculos, dilata los vasos sanguíneos y reduce el ritmo cardíaco. Se puede decir que el nervio vago puede ser el nervio más importante que la mayoría de la gente desconoce. Los(as) científicos(as) han relacionado la disfunción del nervio vago con la inflamación crónica, la depresión, la ansiedad, las convulsiones, el ritmo cardíaco anormalmente bajo, los desmayos y los problemas gastrointestinales. De hecho, la investigación sobre este nervio ha sido tan prometedora que se han implantado estimuladores del nervio vago en pacientes y se ha encontrado éxito incluso en casos de depresión y epilepsia intratables. El dispositivo se implanta quirúrgicamente bajo la piel y envía señales eléctricas al nervio vago. Una vez estimulado, el nervio vago empieza a comunicarse con el resto del cuerpo. Por suerte, no es necesario operar. El nervio vago puede mejorarse de forma natural mediante la estimulación con técnicas que pueden realizarse en casa. Trabajar para fortalecer tu nervio vago te ayudará con el estado de ánimo, la digestión y el bienestar general. 10 maneras de mejorar el nervio vago: 1. Hacer gárgaras. Esta es probablemente la forma más sencilla y accesible para que una persona trabaje en su tono vagal. Por la mañana realiza gárgaras con agua lo más fuerte que pueda. Sabrás que has estimulado el nervio vago cuando empieces a tener una respuesta de lágrimas en los ojos. 2. Respiración. Las respiraciones lentas y profundas desde el vientre estimularán el nervio vago. Siéntate o túmbate y respira todo lo que puedas. Mantén la respiración durante uno o dos segundos y luego suéltala. Repite esto de 5 a 10 veces. Después te sentirás en relajación. 3. La risa. La risa libera una tonelada de neurotransmisor que mejora el tono vagal. Ríete mucho y a menudo. 4. Yoga. La respiración y el movimiento del yoga ayudan a la digestión y se ha demostrado que aumentan los niveles de GABA. Mejorar los niveles de GABA estimulará el tono vagal. 5. Cantar. Cantar hace trabajar los músculos de la parte posterior de la garganta, lo que estimula el nervio vago. Sólo asegúrate de cantar a pleno pulmón para que este efecto se produzca. 6. Duchas frías. Las duchas frías son difíciles al principio, pero pueden mejorar mucho el tono vagal. A medida que te adaptas al frío, el sistema nervioso simpático disminuye y el sistema parasimpático se fortalece afectando directamente al nervio vago. 7. Masaje. Un masaje estimula los linfáticos y mejora el tono vagal. 8. Aromaterapia. Los aceites esenciales como la lavanda han demostrado aumentar la variabilidad del ritmo cardíaco, lo que mejora el tono vagal. En mayo continuaremos con nuestro segundo encuentro para hablar sobre inteligencia emocional en el amor con otras personas y en el amor propio. Si quieres recibir el plan completo de temas de trabajo en nuestros encuentros para este 2022, escríbeme aquí. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

  • Heridas de la infancia.

    Todos tenemos heridas emocionales. Estas se forman en nuestra primera infancia, en función de la dinámica relacional que tenemos con nuestros principales cuidadores. A lo largo de la vida, vamos reproduciendo, una y otra vez, situaciones que nos acercan a esa herida. En nuestros encuentros grupales del sábado pasado, trabajamos en ideas clave para empezar a entender las heridas de la infancia en nuestra vida, y más aún, para ver el lugar que ellas ocupan en nuestra vida y lo que podemos hacer en el presente para entenderlas. Trabajamos sobre una propuesta de auto-evaluación para ver cómo operan esas heridas emocionales en nuestra vida y reflexionamos alrededor de dos ideas o mantras esenciales. Nuestras heridas emocionales se basan en la necesidad inconsciente de repetir el patrón. Esto satisface una necesidad de sentirnos seguros, para nosotros como seres humanos. La repetición de comportamientos está relacionada con la supervivencia. Hacemos las cosas que conocemos, las cosas familiares. Utilizamos, precisamente, los mecanismos de defensa que creamos cuando éramos niños y que nos permitieron afrontar, de la mejor manera posible, las primeras experiencias que podían causarnos dolor. Indudablemente, cada uno de nosotros ha tenido sus propias experiencias, ha estado inmerso en un sistema familiar único, dentro de unas normas sociales y culturales específicas. Por lo tanto, cada uno de nosotros tiene una forma particular de gestionar las situaciones que nos presenta la vida. Sería simplista etiquetar y envolver una caja y pretender que todos hemos vivido lo mismo. Sin embargo, hay 5 heridas emocionales que, como seres humanos, compartimos. Con cada herida, hay también un mecanismo de defensa que creamos para gestionarla. Parece contraproducente que, para evitar a toda costa que nuestro miedo se haga realidad, lo que hacemos, en realidad, es perpetuarlo. Y, así, creamos situaciones repetitivas en las que revivimos nuestra herida, hasta que podemos comprenderla y trascenderla. Las 5 heridas viven dentro de cada uno de nosotros. Dependiendo de cada caso, puede haber una más fuerte que otra. O, tal vez, puede haber dos que sean igual de importantes. Lo fundamental es tener una comprensión más amplia que nos lleve a conocernos mejor. Saber que lo que vivimos en la infancia nos sigue afectando hoy y que ser conscientes de ello es el primer gran paso para sanar. El miedo al abandono: Esta herida está relacionada con los niños que sintieron una profunda soledad. Se crea, generalmente, entre los 0 y los 5 años de edad. Tal vez uno de los padres no estaba presente o, aunque lo estuviera físicamente, existía una gran barrera emocional que no permitía al niño sentir su presencia plenamente. Suele ocurrir predominantemente con el progenitor del sexo opuesto. Su máscara o mecanismo de defensa es la dependencia. Esto les hace depender emocionalmente de sus parejas y de su círculo más cercano. Sienten que realmente no pueden valerse por sí mismos. Miedo al rechazo: Se genera desde el momento de la concepción, hasta el primer año de edad. Se vive, principalmente, con el progenitor del mismo sexo. El sentimiento es de no aceptación, sintiendo que no son totalmente aceptados por el cuidador. Esto puede ocurrir, por ejemplo, cuando la madre acaba de dar a luz y tiene mucho dolor y no puede sostener al bebé, o en el caso de una depresión por parte del progenitor. La máscara se escapa. Las personas con esta herida pueden aislarse, o cuando son rechazadas en la vida adulta, tienden a hacer un corte definitivo o a desaparecer. Miedo a la traición: Se origina entre los 2 y los 4 años de edad. El niño siente que su cuidador le ha decepcionado. Que no puede confiar en él, que no ha cumplido las expectativas. La máscara o mecanismo de defensa es el control. Las personas con esta herida sienten una gran necesidad de controlar todo lo que les rodea. Les cuesta confiar en los demás. Intentan imponer su punto de vista y no toleran las mentiras por parte de los demás. Miedo a la humillación: Se genera entre el primer y el tercer año de vida. Han tenido una experiencia de frustración en relación con el placer. La imposibilidad de disfrutar plenamente. Su máscara es el masoquismo. Anteponen las necesidades de los demás a las propias. Tienen una actitud servicial. Tienen pánico al disfrute porque temen que las emociones les desborden. Miedo a la injusticia: Se da entre los 4 y 6 años de edad. Han sentido que el desarrollo de su individualidad ha sido totalmente coartado. Han experimentado frialdad e insensibilidad por parte de su cuidador. Generalmente, el padre o la madre del mismo sexo. Su máscara es la rigidez. Necesitan vivir en un mundo perfecto, donde, no hay lugar para el dolor. Tienden a bloquear su sensibilidad. Y son muy exigentes consigo mismos. En mayo continuaremos con nuestro segundo encuentro de bienestar. Si quieres recibir el plan completo de temas de trabajo en nuestros encuentros para este 2022, escríbeme aquí. Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

  • Invitando a la Vulnerabilidad.

    A propósito de nuestro espacio de terapia grupal de 9 sesiones y 9 temas que haremos a lo largo de este 2022, en donde nos dedicaremos a aprender herramientas de gestión sencillas para atender temas difíciles de nuestra vida, quiero hoy hablar sobre la invitación a la vulnerabilidad en el contexto de pareja y creo que aplica para culquier relación íntima. La experiencia de abrirnos y cuidarnos en vulnerabilidad, será uno de los temas que abordaremos en nuestras sesiones. "¿Cómo puedo invitar a mi pareja a ser vulnerable?" Esta es una pregunta que me hacen a menudo, y surgió bastante en el trabajo con algunas parejas durante el 2021. En mi trabajo con parejas, siempre surgen preguntas sobre la "invitación a la vulnerabilidad". Una dinámica común que veo es la de un miembro de la pareja que comparte abiertamente sus sentimientos -los claros y los oscuros- y que se queja de que su pareja no comparte de la misma manera. "¿Por qué no quieres hablar conmigo?", reclaman. "Deberías poder contarme todo. ¿No confías en mí?" Para ellos(as), "hablar de las emociones" es la expresión de la intimidad y experimentan el silencio de su pareja como evasión y distancia. Choca con su creencia de que no hay que experimentar el rechazo en las relaciones íntimas. "¡Yo te lo cuento todo; tú no compartes nada conmigo!" Por mucho que nos duela, no tenemos derecho a acceder sin restricciones a los pensamientos privados de nuestros seres queridos. Aunque podemos invitar a alguien a ser vulnerable con nosotros(as), no podemos forzarle. Y aunque podemos pedir una invitación a la vida interior de nuestra pareja - "¿qué tienes en mente?"-, no podemos exigir que nos admitan. Para mí, el concepto de "invitar a la vulnerabilidad" tiende a centrarse demasiado en la última palabra: "vulnerabilidad" y no lo suficiente en la primera: "invitar". Esta es la palabra que nos ofrece un camino práctico hacia lo que más deseamos: la intimidad, pero también es la que conlleva más riesgos. Cuando extendemos una invitación a alguien, también tenemos que reconocer el poder que conlleva su libertad de elección. Cuando preguntamos "¿quieres venir conmigo?", pueden decir que sí, que no, o que quizás en otro momento. Pero la forma en que responden tiene mucho que ver con la forma en que los invitamos. Brené Brown define la vulnerabilidad como "la incertidumbre, el riesgo y la exposición emocional, esa sensación inestable que tenemos cuando salimos de nuestra zona de confort o hacemos algo que nos obliga a perder el control". Partiendo de esta definición, me gustaría añadir que si queremos que nuestra pareja sea vulnerable con nosotros(as), tenemos que aceptar que la verdadera vulnerabilidad no es un mandato. Es un resultado posible que surge de la cercanía y la confianza. Y hay más de una forma de desarrollarla. Las cosas bonitas que nuestra pareja hace por nosotros(as), esos pequeños gestos de atención, el compartir proyectos en un espíritu de colaboración, también son actos vulnerables. Una sonrisa inapreciable o un guiño oportuno expresan complicidad y sintonía, sobre todo cuando no hay palabras. Hay una razón por la que, treinta años después, "Los 5 lenguajes del amor" de Gary Chapman perdura como una clave relacional para determinar cómo preferimos dar y recibir. Si queremos invitar a la vulnerabilidad -si queremos permitir que los vínculos íntimos profundos vivan y respiren en nuestras relaciones- tenemos que asumir el riesgo que conlleva la invitación. Escribe tu carta de amor y dásela. Invítale a leerla. Deja de esperar que te respondan. Deja de lado cualquier expectativa. ¿Qué puede ocurrir cuando permitimos que alguien experimente nuestro amor como quiera, sin la presión de una reciprocidad idéntica? La respuesta puede sorprenderte. Volvamos la mirada hacia ti: Preguntas sobre la vulnerabilidad desde mi oficina ¿Cuál es una vulnerabilidad con la que luchas? ¿Qué diría que es una vulnerabilidad con la que lucha su pareja? ¿Cómo describirías tu relación con esa vulnerabilidad en ellos(as)? ¿Cuál es una vulnerabilidad de la que solía ser difícil hablar? ¿Cuál es una vulnerabilidad que ha sido fundamental para el desarrollo de tu autoaceptación? No te pierdas la útlima publicación que hicismos sobre este tema: "En esta relación somos 3" Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

  • El mito del Amor Propio.

    A propósito de nuestro espacio de terapia grupal de 9 sesiones y 9 temas que haremos a lo largo de este 2022, en donde nos dedicaremos a aprender herramientas de gestión sencillas para atender temas difíciles de nuestra vida, quiero hoy hablar del Mito del Amor propio, uno de los temas que abordaremos en nuestras sesiones. ¿De dónde sacamos la idea de que tenemos que aprender a amar por nuestra cuenta y amarnos sin importar lo que la gente piensa de nosotros-as? ¿Alguna vez has terminado una relación porque necesitabas "trabajar en ti mismo-a"? ¿Has tomado de verdad tiempos de abstinencia de relaciones por decirte "tengo que aprender a amarme a mí mismo-a antes de poder amar a otra persona -y antes de poder aprender a ser amado-a? La cultura occidental está obsesionada con la exhortación al individualismo. En los últimos años, el léxico del "yo" -autoamor, autocuidado, autofabricación, el selfie, etc.- ha suscitado un intenso debate. ¿Se ha convertido el "amor propio" en un término de marketing para que las marcas de belleza puedan vender más productos con el pretexto del bienestar? ¿El autocuidado nos hace más autocríticos-as? ¿Una "selfie" muestra al mundo nuestro yo más empoderado o presenta una versión mejor iluminada y tal vez incluso ligeramente retocada de cómo creemos que nos gustaría lucir? Cuando la gente dice "quiérete a ti mismo-a", me pregunto, ¿Dónde aprendieron que mágicamente el llamado amor propio es la solución a todos nuestros males? Aunque la idea de ser uno mismo-a no es nueva, las diferentes culturas sitúan al yo en un continuo: único o variado, separado o unido, independiente o conformista. Y nuestras ideas sobre el yo evolucionan. En Occidente, tendemos a ver el yo como una entidad separada con límites claros que delinean una identidad independiente. Esta visión del yo se compone de reflexiones internas sobre la confianza, la duda, la felicidad, el fracaso, la capacidad, la discapacidad y los privilegios o la falta de ellos. Pero el yo también está enredado en una conexión cósmica con las personas que nos rodean y con las estructuras sociales, políticas y económicas. No aprendemos a querernos solos-as. Es el clásico escenario del huevo o la gallina: para amar a otro, debemos amarnos a nosotros mismos. Para amarnos a nosotros mismos, debemos dejarnos amar por los demás. Y debemos reconocer que la autoestima negativa está plagada de mensajes sociales sobre quién es adorable, loable o detestable. SÓLO nos hacemos humanos en las relaciones. SOMOS seres que habitamos en el lenguaje. Es la VULNERABILIDAD de nuestra humanidad la que nos hace sentir. NO PUEDO AMARME sino me amo con otros-as, porque el AMOR no es un estado, es un verbo en construcción y deconstrucción constante. Puede ser maravilloso estar a solas, darle un masaje a nuestro cuerpo, cocinarnos una deliciosa comida, pero esto no es amor propio, es autosuficiencia y autoeficacia (y ojalá todas las personas de adultos la encuentren!). El amor propio, en cambio, se acerca más a la explicación de Terry Real sobre la autoestima, nuestra capacidad de vernos como un individuo imperfecto y seguir teniéndonos en alta estima. El amor propio es la capacidad de no caer en un charco de desprecio incluso cuando metemos la pata. Es intentar cosas nuevas sabiendo que podemos fracasar, sin pensar en nosotros mismos-as, por tanto, como fracasados-as. ¿Podemos llevar esa comprensión y autocompasión a nuestras relaciones con los-as demás? Seguramente alguna vez habrás vivido o estarás viviendo una situación de fracaso, rechazo, exposición o presión social, traiciones, corazón roto, frustración, evaluación estresante, olvidos o en general situaciones en las que la vulnerabilidad te atrapa y llegan tus múltiples yoes instantáneamente con una cacofonía en tu cabeza desde la voz de la culpa y el autocastigo: ¿cómo vas a quedar…qué imagen reflejarás…otra vez caes en esto…cómo pudiste no ver lo que pasaba…cómo te van a reconocer y apreciar…? Por fortuna, luego de todo eso, cada tanto llega una voz que contrarresta ese diálogo interno tan quitador. Pero esa voz no llega sola, sino que la traen las relaciones significativas a nuestro alrededor que no nos alaban, sino que nos construyen con aprecio incondicional y honestidad total para decirnos que sí, que cometemos errores y habitamos en la imperfección y eso está también bien. El amor propio son los vínculos y la autocrítica amorosa, el amor propio involucra mucha gente significativa a nuestro alrededor. El amor propio se sostiene y nutre de los vínculos, no de algo mágico en nuestro interior. Si buscas cultivar el amor propio sin trabajar en tus relaciones, será una búsqueda frustrante e imprecisa. Por esta razón, también me resisto al término "self-made", esa mentalidad de "si lo consigo, lo hice por mi cuenta y si acabo en la calle, sólo me tengo que culpar a mí misma-o". El ser humano es simultáneamente dependiente y autosuficiente. Sin las demás personas no podemos ser. Dependo enormemente de la experiencia, la ayuda, la presencia y el amor de los demás. Todos-as lo somos. El amor propio no tiene tanto que ver con la capacidad de resistir la soledad o establecer la independencia como con la conciencia y la aceptación de nuestra incompletud. Se trata de dejar que los demás nos amen incluso cuando nos sentimos poco amables porque su versión de nosotros-as es a menudo más amable que la nuestra. ¿Qué aspecto tiene el amor propio para ti? Intenta hacerte las siguientes preguntas: ¿Puedo reconocer que he metido la pata sin decirme que soy un desastre? ¿Puedo practicar el arrepentimiento sin caer en el abismo? ¿Puedo asumir la responsabilidad sin culparme a mí mismo-a? ¿Puedo pedir disculpas por un error en lugar de esperar que todo el mundo siga adelante? ¿Puedo reconocer un momento en el que podría haber sido un-a mejor líder-esa en mi propia vida? ¿Puedo liberarme de la vergüenza de no haber respondido antes a alguien para poder finalmente tenderle la mano? ¿Puedo aceptar que estaré bien aunque alguien que me haya hecho daño -un padre, una ex pareja, un amigo o un desconocido- nunca reconozca el dolor que me ha causado? ¿Puedo dejar que alguien me invite a un café, una cena o una película sin sentirme culpable? ¿Puedo aceptar la ayuda de otra persona sin llegar a la conclusión de que quiere algo de mí? Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

  • Termina con la adicción emocional.

    ¿Qué pasa cuando tus emociones se convierten realmente en una adicción? Todas las personas tienen una adicción emocional y la tendrán a lo largo de su vida; esforzarte en creer o aparentar que no es así, sólo te traerá patrones de relación poco evolutivos y constructivos y te detendrá en el camino de conexión de tu cuerpo, mente y emociones. Vivir una vida auténtica, es saberse vulnerable. Cuando practicaba la psicoterapia tradicional, empecé a notar cómo muchos de mis consultantes sentían las emociones de forma repetitiva. La mayoría de ellos preparaban inconscientemente situaciones en las que las experimentaban aunque me decían verbalmente que querían cambiar. Pocas personas comprenden el cóctel químico de las emociones humanas. Las emociones son una experiencia psicofísica y sociocultural, un puente de aprendizaje que nos da un indicio de cómo opera nuestro cuerpo y de cómo está el ambiente y las relaciones a nuestro alrededor. Las emociones nos ayudan a aprender, porque nos muestras qué debe ser cambiado o qué debe ser cultivado. Muchas experiencias emocionales comienzan con un pensamiento. Tenemos demasiados pensamientos en un día como para contarlos, pero la mayoría de estos pensamientos son habituales. Los tenemos día tras día, y como no hemos creado una separación de los pensamientos, asignamos un significado a esos pensamientos asumiendo que son verdaderos. Es el significado asignado a los pensamientos lo que forma la historia detrás de nuestras emociones. Cuando sentimos esta emoción, hay un cambio celular en el cuerpo. Se liberan neurotransmisores y la fisiología del cuerpo cambia. A medida que nuestra fisiología cambia, las vías neuronales del cerebro se disparan y conectan en respuesta. Sentir y reaccionar habitualmente refuerza las vías neuronales que nos harán buscar inconscientemente la misma emoción. Una adicción emocional es cuando el cuerpo se vuelve dependiente de nuestras propias respuestas químicas. Este ciclo modifica el centro de recompensa del cerebro. Aunque la emoción nos haga sentirnos miserables, el torrente de neurotransmisores es una recompensa. La adicción suele significar ser adicto a una sustancia o comportamiento externo (como la adición a la comida o al sexo), pero también es posible ser adicto a nuestros propios cócteles químicos internos. La mayoría de las personas que luchan contra cualquier tipo de adicción son conscientes, al menos en algún nivel, de los problemas que su adicción les está causando. La adicción emocional es diferente porque estamos viviendo y respirando la experiencia emocional tan de cerca que literalmente está más allá de nuestro alcance de la conciencia. Me ha pasado con algunas personas en consulta, que entre más nos acercamos a cuestionar ese patrón de adicción al que están sujetas, más resistencia generan, más quieren cambiar de tema o algunas no vuelven a consulta: Huyen como mecanismo de defensa. Para romper la adicción emocional tienes que ser consciente de tus propios patrones. Toma conciencia de tu emoción "golpeada". Si se te enciende una bombilla y te das cuenta de que tienes una adicción emocional, te resultará fácil identificar tu emoción "golpeada". Si algo se ha movido dentro de ti pero no puedes ubicar qué emoción sientes en los ciclos, habrá que trabajar un poco más para identificar la emoción "golpeada". He aquí algunos pasos sencillos para empezar: 1. Observa: Establece una intención de observar tus emociones: Aunque esto parece sencillo, en realidad es muy difícil porque rara vez observamos nuestras emociones antes de responder a ellas. Puedes pensar que no tienes una adicción emocional porque parece que es parte de "ti". Pon recordatorios en tu teléfono y escribe en tu diario esta intención. Hacer esto te ayudará a tomar conciencia del subconsciente. Observa cómo te sientes en situaciones cotidianas mientras te desplazas por Instagram, en el trabajo o cuando hablas con tus amigos. Observa cualquier patrón y anótalo. Estos pueden darte pistas sobre tu emoción golpeada. 2. Pide información a alguien de confianza: A través de la vulnerabilidad ganamos en perspicacia. Si tienes a alguien en tu vida en quien confías y que está dispuesto a ser abierto y honesto contigo, pregúntale si puede darte su opinión. Diles que estás haciendo un trabajo de desarrollo personal y fíjate si te encuentran en alguna emoción en particular la mayor parte del tiempo. Otras personas pueden ver lo que no podemos ver en nosotros mismos. 3. Comprométete a hacer una meditación diaria de 5 minutos: Durante 30 días, comprométete a hacer 5 minutos de meditación sin importar lo que ocurra. Observa los sentimientos y las emociones que surgen mientras intentas observar tus pensamientos. Te darán una valiosa información sobre los bucles de tus pensamientos que desencadenan la emoción. Como puedes ver, esto requerirá mucho trabajo y compromiso. Las adicciones emocionales tardan décadas en desarrollarse y requerirán que hagas toneladas de autorreflexión. Una vez que hayas identificado la emoción "golpeada", estarás listo para avanzar. Vale la pena señalar que este no es un lugar en el que debas permanecer. Cuando descubras cuál es la emoción, sentirás muchas otras emociones en torno a ella. Puede surgir mucha vergüenza porque no eras consciente de tu propio comportamiento. Practica la compasión y entiende que cualquier comportamiento puede ser cambiado con intención. Avanza y ten gratitud por esta conciencia. 4. Reactiva el sistema de recompensa del cerebro: Concéntrate en la nutrición: El cerebro es un órgano que exige mucha energía y que está constantemente creando nuevas vías, regenerando células y disparando y conectando neuronas innumerables veces al día. El cerebro es principalmente grasa y está en constante comunicación con el intestino a través del eje intestino-cerebro. Dado que los neurotransmisores, como la serotonina, se producen principalmente en el intestino, la comida se convierte en la mejor terapia para un cerebro sano. El cerebro es neuroplástico, lo que significa que puede crear nuevas vías basadas en el comportamiento consciente. Aunque esto es fascinante y da esperanzas, es importante ser realista y saber que se necesita mucho trabajo. La mente siempre favorece la familiaridad y protestará cuando se intente cambiar la conectividad neuronal. Por esta razón, es importante tomar pequeños bloques de tiempo para hacer este trabajo. La reprogramación subconsciente sólo funcionará cuando el cerebro esté en un estado descansado y relajado. 5. Practica el encuentro grupal: En Ella Migra hemos trabajado mucho por crear herramientas profesionales para atender nuestras emociones en conexión con el cuerpo y la mente. Para ello, hemos creado un programa especial de terapia grupal que toca temas vitales para entender el funcionamiento de tu cerebro, el por qué de tus emociones y cómo conectar el cuerpo en sintonía de bienestar. Toda la información la encuentras aquí: Psicoprograma Emociónate En este psicoprograma de edición especial exclusiva para 2022, hablaremos sobre todo lo que tienes que saber con relación a manejo y expresión del trauma emocional, las heridas de la infancia, los procesos de autocuidado, los síntoma psicocorporales, apoyo migratorio y otras sorpresas. El cupo es limitado. TE ESPERAMOS. Carolina Leguizamón Psicoterapeuta

  • Trastornos de ansiedad: Una mirada amplia.

    Llevo algunos años como terapeuta tratando a personas en sesiones 1:1. La gente acude a mí con diagnósticos como el TOC, el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de ansiedad social, el TLP, y la lista continúa. El sistema de salud mental está creado sobre el modelo de enfermedad. Lo que significa que hay un manual de diagnóstico (DSM) que etiqueta los síntomas como trastornos. Esto puede ser validador y muy importante para las personas que han estado viviendo con los síntomas porque estos síntomas no están sólo "en su cabeza": Son muy reales. El problema que he tenido con el diagnóstico es que no aborda el sistema nervioso ni el sistema sociocultural. Piensa en el sistema nervioso como un sistema de alarma interno que nos ayuda a sobrevivir. Cuando nos enfrentamos al estrés o a una amenaza percibida, el sistema nervioso entra en: lucha, huida, congelación o estancamiento. Piensa en el sistema sociocultural como todas aquellas ideas, historias y prácticas que son injustas, no dichas, asumidas, impuestas, perpetuadas, invisibilizadas, negligentes y violentas en las relaciones de todo tipo y a todo nivel, y que la persona las termina asumiendo como suyas, o le son impuestas como suyas y se configuras en síntomas. Luchar se parece a gritar, abstraerse o insultar. La huida se parece a la evasión (las personas que se "ocultan o esfuman" están dentro de la huida). La congelación se parece a la disociación o al abandono del cuerpo. El miedo se parece a complacer a la gente o a aceptar cualquier cosa que te permita mantener la paz aunque signifique traicionarte a ti mismo, misma. Con el estrés crónico + el trauma no resuelto acabamos "atascados" en estados polivagales, lo que significa que el cuerpo no puede volver a la homeostasis o al equilibrio: El cuerpo no puede recuperarse. Así que empezamos a experimentar síntomas que provienen de la desregulación crónica del sistema nervioso como: ansiedad, pánico, depresión, adicción, "cambios de humor". Estos se confunden con trastornos. Esta es la razón por la que es un secreto bien conocido en el mundo de la salud mental que muchos trastornos son "resistentes al tratamiento" + por qué la mayoría de las personas con trastornos de salud mental también tienen dolor crónico dentro del cuerpo y tienen que vivir en relaciones muy desgastantes, injustas, contradictorias o negligentes. Entonces recuerda: La mente y el cuerpo están conectados. Las cosas que impactan la función del sistema nervioso necesitan ser abordadas para sanar la causa raíz de estos síntomas: Deficiencias de vitamina B (permiten la función del sistema nervioso), el sueño (repara/restaura el sistema nervioso), + el movimiento mente/cuerpo, + el juego o la creatividad. Las cosas que se enmarcan en el sistema sociocultural de cada quien, necesitan ser cuestionadas, derrumbadas, confrontadas, a veces para cambiarlas, para acabarlas de raíz o para orientarlas al cuidado y la salud; otras veces habrá que alejarse de ellas, hacerles justicia, hacerles duelo, hacerles resistencia y sobre todo, disponernos a redes de vínculo más seguras, amorosas, respetuosas, reflexivas, humanas y conscientes. Y como es nuestro propósito sanar en comunidad, seguiremos con más capítulos del Psicopodcast, con herramientas concretas y contenido de libre acceso para hacer viral un contenido profesional y humano sobre salud mental y bienestar emocional; y llevaremos a cabo 9 sesiones de terapia grupal de cupo limitado durante el 2022 con temas como: Entiende cómo operan las heridas emocionales en tu cuerpo y cómo sanarlas. No sufrir por amor: Amores en pareja, amor propio y todos mis amores. Autoconocimiento menstrual para mujeres ocupadas. Apetito, ansiedad o hambre emocional: Entiende desde dónde te estás alimentando. Diálogos migratorios 2.0: Entender la migración Entre otros temas :) Ven y trabaja en nuestros espacios psicocorporales. Te abrazo y te espero en un café virtual y en nuestros Psicoprogramas. ¿Ya escuchaste nuestro último Episodio para aprender de tu sentir? Escúchalo aquí. Carolina Leguizamón M. Psicoterapeuta

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